Final de año con emociones encontradas, algunas lecturas pendientes y un compromiso ineludible por su relevancia y por que la apuesta lo merece. Reimaginando la educación (Paidós Educación, 2017) es uno de esos libros que cuando acabas de leer e intentas procesar reflexivamente todo el camino recorrido (anoten el término, el autor lo hace con enorme destreza y propósito), sigue revoloteándote por unos cuantos días, quizás semanas. Contradiciéndote. Desaprendiendo para volver a soñar.
Acciones todas ellas, totalmente deliberadas y promovidas por Xavier Aragay, autor de este magnífico manual y almanaque pedagógico. 21 axiomas y retos para una escuela diferente, a través de una educación transformadora. De inicio nos topamos, como no podía ser de otra manera, con un profundo conocedor del ámbito educativo. Pero curiosamente llama la atención del manto literario con el que se cubre desde sus primeras claves reflexivas: ni mago, ni tecnócrata (aunque provenga de ella); sencillamente un dinamizador educativo. Su lenguaje, sus (intuidos) gestos y sus planteamientos, me retrotraen a un reciente encuentro con otro maestro, Cesar Bona: ¿un educador? No, un soñador.
Un libro ágil, interactivo, muy 3.0. Habilidosamente hilvanado a través de la entrevista motivacional, el coaching incluso rezumando proyecciones desde el mindfulness, todo ello desde una mirada no dominante, provocadora. Cercano a nuevos procesos, como los de aprendizaje servicio (“tirar paredes para implicar a todos/as”) y pensamiento sistémico.
Como buen revolucionario que se precie, defendiendo el cambio (anoten y hagán suyo este término, sin el cual no entenderán el libro), de abajo a arriba, buscando procesos de mayor horizontalidad y liquidez. Tejiéndose entre sus propios actores. No olvidemos, que aún hoy en pleno siglo XXI la escuela sigue siendo un lugar mejorablemente democrático. A saber: unos saben y enseñan y otros/as aprenden, reproductora del sistema, dificilmente combativa ante las desigualdades sociales, estratificada, piramidal…
La propuesta pasa por promover el cambio en uno/a mismo/a (alumna, docente, padre/madre, directora, técnico, consejero…) y compartirla, hacerla más grande, planificarla, reflexionarla, reorientarla y materializarla. Repensar una escuela diferente, nueva, moderna, del siglo XXI, que pase innegociablemente por la ecología, las Tics, la reflexión crítica y por encima de todo, centrada en las personas, en sus individualidades, antes que en sus contenidos, materias y actividades.
Hay momentos también en los que parecemos atascarnos, bajar quizás la intensidad. Son un flujo constante de crochets educativos, motivacionales, de zarandeos anti dogmáticos con los que pelearte con la almohada en el mejor de los casos, cuando no con tus compañeros educadores, los técnicos directivos o las familias más tradicionales, amantes de la escuela de siempre.
Según nos vamos acercando al final de sus casi 250 páginas, notamos cierto deslizamiento hacia los clásicos manuales de autoayuda, en este caso deontológico, más profesional, queriendo imprimir y remover consciencias tranquilas y acomodadas, educativamente hablando. Una carta abierta a todos/as los maestros, docentes o educadoras interesadas en el cambio, en construir una escuela más democrática, más justa, en definitiva más feliz, con individuos más satisfechos y con ella, la motivación necesaria de la mano.
Notas para el autor: no seré yo quien ose a semejante atrevimiento, pero si entiendo que en una obra de este calado, haré mención a algunas consideraciones no suficientemente desarrolladas, y no por ello, menos importantes.
La más relevante, es que si hablamos de una Escuela del Siglo XXI, no podemos obviar la perentoria necesidad de la Educación Social en dicho ámbito y algunas figuras profesionales tambien representativas. Realidades pedagógicas, que poco a poco ya se están materializando y poniendo en práctica en algunos centros.
Cuando hablamos de conectar el mundo académico con las familias, de interculturalidad, de necesidades educativas especiales, de educación socioafectiva, igualdad de género, de segundas oportunidades ante el fracaso o absentismo escolar, no podemos hacerlo obviando la figura de la educadora y educador social. Asimismo, y con igual relevancia, me parece significativo la inmersión en la escuela de la figura médica, no solo como agente del cuidado clínico, sino como orientador y formador en educación para la salud, la biología, etc..asi como el profesional culinario, extraordinario docente para la educación alimentaria, salubridad, dietética, prácticas sobre la física y la química, etc…
Para cerrar esta crónica, no me puedo olvidar de la idea madre del libro: Cambio, cambio y cambio. Pero critica y afablemente, ¿de qué?: ¿de Paradigma, de Mirada, de modelo, de Institución…? porque ciertamente si cambiásemos mucho pero mal, volveríamos al mismo lugar de partida. ¿Poco y Bien? ¿Mucho, pero mejor? Indudablemente nos encontramos ante un dilema, en el que es necesario una metamorfosis individual (micro), pero enorme e inexcusablemente orientada a lo colectivo y comunitario (macro). En definitiva, un cambio social.
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“Todos somos causa de la crisis y todos formamos parte de la solución y el cambio” (pag. 109)[/button]