A nadie escapa, que en los últimos dos meses, tanto a nivel estatal pero en Bizkaia especialmente, han acaecido distintos incidentes de carácter gravísimo, con el nexo de unión de juventud y parte de infancia, entre sus protagonistas. Aunque a decir verdad, en realidad si se le ha escapado a alguien. A un alguien tan representativo como sus cargos debieran indicar.
Siempre hay personas, principalmente aquellas que forman parte directiva de las pertinentes administraciones intervinientes, que ni siquiera se han atrevido a dar el perfil. Que un representante de la ciudadanía, en los distintos estratos administrativos en los que concurran, se niegue a salir a informar y analizar lo que acontece en su villa, provincia o comunidad autónoma ante la opinión pública, merece cuanto menos una valoración de irresponsabilidad en toda regla. Es de justica subrayar la honrosa excepción de Dña. Mónica Arias, Fiscal Delegada de Menores; nos convenciesen o no posteriormente en mayor o menor medida sus explicaciones aportadas. Bravo.
Ese posicionamiento avestrucil, impregna como no podía ser de otra manera, de cierta dejadez institucional y una manifiesta y posible reducción de daños políticos colaterales. Recuerden aquello de “no remover …” o aquella otra “recomendación” de un representante zamorano a un equipo socio-educativo: “Aquí no estamos para dar titulares. Estamos para evitarlos”.
No le sorprenderá a nadie del ámbito social, que una vez transcurridos los hechos tan penosos y enormemente graves provocados por personas con minoría de edad legal (más que suficiente para responsabilizarse penalmente de sus actos), las distintas maquinarias gubernamentales conectadas con el ámbito de la Infancia y Juventud, principalmente circunscrita al entorno de la dificultad social, se han puesto a trabajar.
A partir de, aunque se nos llene la boca hablando de la prevención. Las mismas maquinarias autocomplacientes, que meses antes tan animosamente, mostraban por tierra, mar y aire nuestras consecuciones más mediáticas. Les invito a que lean el artículo de Félix Arrieta e Iñigo Calvo. La mejor radiografía socio-política de los últimos tiempos en Euskadi, después de Patria.
Me imagino esas (tensas, aunque nunca lo reconocerán) reuniones, miradas de preocupación, buscándose unos a otros en el infinito, a ver si alguien se atreve a dar un paso al frente e hincharse la mochila de responsabilidad o autocrítica. Ni un@ sol@.
También silencios, tan acostumbrados a ellos. Tan corporativo, tan prudente para no decir nada que no debiera y tan solo esperar que amaine el chaparrón mediático.
Esperando el olvido de la ciudadanía, oteando en la lejanía del tiempo (lo cura todo); aunque aún permanezcan al menos en nuestras retinas las ausencias tan recientes de Urren, Lucia o Rafael o las lesiones físicas y psicológicas de la joven salvajemente violada por cuatro energúmenos o la pérdida ocular del joven portugalujo violentamente atacado.
Jamás dirán intencionada ni directamente que ha podido fallar del sistema (seguridad ciudadana, protección a la infancia, justicia juvenil…). Sería reconocer un error, una falta de previsión, una ausencia de reflexión global y en red. Se ha oído más veces, casi repetido como un mantra, de que es un problema social. De nuestra sociedad consumista, individualista e impersonal contemporánea. Diluyéndose como un azucarillo. Como si la sociedad no fueran también las familias de los susodichos o los profesionales que trabajamos para la ciudadanía (representantes públicos, policías, jueces, maestros, educadoras/es y trabajadoras/es sociales, sanitarios…). Como si de la sociedad no formarán parte los abuelos Lucia y Rafael, victmas irrefutables.
Mejor esperar, toca esperar. Ya se ha actuado rápido, a posteriori, pero esos delincuentes ya están fuera de la circulación por un tiempo. Nos hemos ocupado. En tiempos de guerra e incertidumbre, mano dura. Acción punitiva, efectista. Fin del problema. Hasta la próxima crisis.
A las educadoras y educadores sociales del ámbito, nos llega en diferido, aunque perfectamente estudiado y marketinizado. Encuentros amables de coordinación, de (re)encuentro. Empáticos, preguntando por los profesionales. Revisión de protocolos de actuación, mayor comunicación (en este punto anoto en la hoja “Comunicar más y a más gente, para incomunicar. Cortafuegos”.
Traslado de palabras de agradecimiento a las entidades y por ende a sus trabajadores/as por la gran labor diaria realizada. Pulsar opinión. Saber. Mantener el control. Muchas gracias, buen trabajo. Seguimos como hasta ahora. Os escuchamos, pero no hay dinero para más recursos. En todo caso, aparentar hacer más, con lo mismo. Todo low cost.
Acaba el cónclave. Me noto tocado, bajo. Afectado. Lapido en la hoja: “Después de 18 años, no creo en el sistema de protección a la infancia y juventud. Al menos en este sistema. La única posibilidad de esperanza, reside en l@s técnic@s y profesionales implicad@s”.
PD: Desde aquí agradecer enormemente a los y las educadoras sociales que en momentos tan turbios y oscuros, han dado la cara en estas últimas semanas para contar las historias (historias de vida juvenil, de violencia, parte de nuestras historias) a la sociedad en general. Historias duras, ásperas, dañinas e innegables. Gracias a Javier Pérez Hoyos, Luis Miguel Uruñuela, Cesar Haba y mi hermano Raúl Luceño, entre muchos/as otros/as
Sí, me parece muy buena la intervención de Mónica Arias, la fiscal, poniendo en valor el trabajo socioeducativo los profesionales para la recuperación de estos menores.