Corría el año 2012. Mientras se celebraba el VI Congreso estatal de Educación Social en Valencia, un servidor se tuvo que conformar con redactar parte de la crónica del mismo desde la distancia, agradeciendo asi la invitación realizada por el Ceesc, colaborando en su enorme publicación Quaderns d’Educació Social.
Dentro de la vorágine de emails, tuits y demas información trasladada por las RRSS, recuerdo una muy nitidamente de un compañero @Educabloguer: “Ponencias muy potentes, con un participante hiper activo y critico con el oficialismo congresual. Ataviado de su gorra de béisbol y un shirt alternativo, se asoma un gran Cosme Sánchez Alber”.
Cosme Sánchez Alber (Bilbao, 1976) nació educador social antes de él saberlo. Urbanita, gran amante de la cultura en general y sus expresiones artísticas, no es raro tropezarte con él en alguna muestra, museo o concierto musical. Un hombre contemporáneo, en busca de la profundidad y los matices, tan en precario últimamente en este modelo hiperconsumista, fugaz e individualizado.
Aunque su formación se dirigió hacia la sociología, no fue realmente más que un camino, de tanto otros, que le acercó al mundo relacional con las personas. Su trayectoria divaga y se emerge, a partes iguales, en el cómo y los porqués del ser humano, rescatando sus genuidades, “y particularidades” como él mismo nos relata. Es por ello, que sus resistencias a las neurociencias, provengan no tanto desde la desconfianza, sino como realidad que en cierta manera limita y constriñe las incertidumbres y autenticidades del ser humano, reduciéndolas por momentos a reglajes y efectos bioquímicos que nuestros propios organismos generan, consciente o inconscientemente.
Gran orador, peca en ocasiones de vehemencia, no porque no respete la opinión de otros/as interlocutores, sino porque cree ciegamente en unos paradigmas y unas ciencias sociales, que rescaten al individuo como parte de la comunidad y ponga en el centro el protagonismo que les corresponde. Una visión humanista y cosmopolita, alejada de la idiocracia. Ubieto, Cortina, Violeta Nuñez adornan sus estanterías para reforzar y dar sostén a una trayectoria profesional muy relacionada con la facilitación, el apego. el acompañamiento, el trabajo en red y la multidiciplinalidad, además de la relación de ayuda.
Cabe traer a colación, alguno de sus fragmentos mas potentes y significativos, como estilete de un modelo de trabajo social más clásico, menos cientificista y por supuesto, muchísimo menos protocolario o procedimental: “La inquietud que anima a los educadores sociales a interesarse por los casos y hacernos preguntas, para entender la particularidad de esta joven. Que le pasa? Cual es su dificultad? (…) El educador en vez de interrogarse sobre lo que a esa joven le ocurre, prefiere dimitir de su acto educativo, construir el caso sobre lo que no sabe y en su lugar acude al archivo, a los datos, al fichero, al informe, que en realidad no dicen nada del sujeto»
Cosme Sánchez Alber no es un técnico de intervención social al uso. Es y procura ser, una persona consciente y comprometida, que se asoma y ofrece a otras, en sus tránsitos cotidianos. Un amigo, pero sobre todo, un maestro.