La última vez que escribí en Educablog fue el 4 de diciembre de 2019, es decir, casi casi hace un año. O sea, el año 1 AdP, esto es, Antes de la Pandemia. En definitiva, antes de que nos cambiase la vida a causa de un bichito, antes de que adquiriésemos nuevos hábitos y comportamientos sociales, relacionales, higiénicos y demás.
Por ello, ante la perspectiva de sentarme de nuevo ante el editor de texto inserto en las tripas de nuestro querido blog y de preguntarme, por tanto, sobre qué escribir, tuve claro que el dichoso SARS-COV-2 o COVID19 o comúnmente conocido como Coronavirus sería el principal protagonista de este regreso como EducaBloguer.
Así, antes de aventurarme en las próximas semanas (prometo intentar un post mensual) en otros temas vinculados con la Educación Social, me apetecía hacer un somero análisis (nada exhaustivo, no se preocupen, que uno sigue siendo un Cienfiebres) del papel que nuestra profesión ha jugado, juega y jugará, directa o indirectamente, con la pandemia, con el coronavirus. Y a sabiendas de que me dejaré algunos aspectos, expongo a continuación, en formato lluvia de ideas, algunos aspectos de esta relación:
– ¿Se nos ha reconocido lo suficiente durante esta dura época? Así como hubo determinados sectores que se reconocieron esenciales y que, en consecuencia, obtuvieron los aplausos de la sociedad (tanto figurados como literales, huelga decir que absolutamente merecidos), a uno le queda la sensación de que todo el trabajo de miles de profesionales que acompañaron personas durante los días más duros del confinamiento en ámbitos como el residencial (pisos de menores, mujeres, exclusión, etc…), el de la dependencia, el de los servicios sociales, etc… no tuvo el mismo reconocimiento público o, si lo obtuvo, yo no lo percibí. Y a ver, que esto no es una pataleta de niño chico demandando atención, que la gente que trabaja en esos ámbitos no lo hace en pos de la loa, pero, igualmente, no está de más mencionar que cientos de Educadoras y Educadores Sociales estuvieron exponiéndose cotidianamente a un virus para el que no contaban, seguramente, con las medidas de protección adecuadas, y que, con la ansiedad o el miedo atenazándoles al pensar en su salud y en la de sus familias, acudían diariamente a sus puestos de trabajo para, con total profesionalidad, ayudar a otras personas acompañándolas en sus respectivos procesos.
– En ese sentido, ¿sabemos (quizá los colegios profesionales) algo de la incidencia del maldito coronavirus en nuestro colectivo? ¿y en los colectivos con los que trabajamos? Es más, ¿se están realizando estudios del impacto de esta pandemia entre la educadoras y educadores sociales? ¿y entre las personas con las que trabajamos? Uno de los ámbitos más reconocibles, como bien sabéis, de nuestra práctica profesional es el de la infancia-adolescencia, dos colectivos muy señalados en diversos momentos de esta pesadilla. Colegios cerrados durante el confinamiento primaveral, restricciones sociales, estigmatización comportamental… desgraciadamente, tenemos abonado un potente caldo de cultivo para trabajar en el futuro (y en el presente) con nuestros niños y niñas, con nuestros adolescentes y sus familias. Y en esta línea, qué decir de las compañeras y compañeros que han tenido que trabajar durante estos meses con el colectivo de personas mayores, posiblemente el grupo poblacional más dramáticamente afectado. Uf, ¡qué duro! Mi abrazo para ellos y ellas y espero que cuenten con todo el apoyo institucional.
– Los daños colaterales, si me permitís el lenguaje casi bélico, han sido, son y, aún más, van a ser tremendos. Colas del hambre, desigualdad educativa, desigualdades sociales… si en el punto anterior hablaba de los retos que nos vamos a encontrar trabajando en infancia-adolescencia, los retos socioeconómicos que se nos vienen encima van a provocar que saquemos lo mejor de nosotras mismas para encararlos y nos van a exigir toda la creatividad del mundo para ingeniarnos herramientas, programas y demás con los que hacer frente toda esta situación. Se nos vienen tiempos jodidos, amigos, y tenemos que estar ahí más motivados que nunca.
– Me parece vislumbrar, a su vez, situaciones que ya conocíamos pero que se ven amplificadas a causa de la COVID19; hablo, por ejemplo, de situaciones de violencia filio-parental o de violencia machista. Desgraciadamente, esta situación está aumentando este tipo de situaciones y tendremos que tener la antena bien activa para formarnos de cara a atender estas complejas casuísticas. El ámbito sociosanitario vinculado a la salud mental me huele que también va a tener un importante subidón: situaciones de ansiedad, de miedos, de duelos no resueltos… vale, muchos de estos aspectos pueden corresponder más a las prácticas habituales de profesionales de la psicología o la psiquiatría, de acuerdo, pero nuestra perspectiva pedagógica basada en el vínculo puede ser muy útil para acompañar a estos pacientes y, por tanto, es imperativo que afiancemos nuestras coordinaciones con estos profesionales mencionados.
– El tema educativo-escolar también ha adquirido y adquiere una especial relevancia en estos tiempos. Nuevas formas de dar clase, nuevas formas de comportarse en las aulas, en los patios… menos trabajo, por desgracia, cooperativo y un montón de profesorado y equipos directivos desbordados ante una situación muy difícil de gestionar. Creo (y lo digo desde mi experiencia personal y profesional, ya que, como algunos sabéis, mi práctica laboral está vinculada en la actualidad a este ámbito) que podemos ser una figura de gran apoyo en los colegios, en la relación de éstos con las familias, acompañando a éstas en las adaptaciones tecnológicas para que sus hijos/as puedan recibir clase, facilitando, precisamente, el acceso a estas tecnologías a familias con dificultades económicas, haciendo acompañamiento emocional a profesorado y alumnado, etc…
– Sobre el tema, digamos, tecnológico, quiero pensar que a estas alturas de la película, pocos Educadores y Educadoras Sociales quedarán ya entre nosotros que renieguen de las nuevas formas de comunicación. Ya sabéis que han sido muchos los compañeros y compañeras que han considerado estos canales como algo frío, ajeno al carácter vinculativo de nuestro gremio, etc. Nada mejor que una buena pandemia para quitar estos estigmas, y aunque tengamos unas ganas terribles (yo el primero) de abrazar a nuestros mayores, a nuestros iguales y demás, no podemos olvidar la gran función que las tecnologías han ejercido en los peores momentos de la epidemia, a nivel laboral y a nivel relacional. Desde aquí aprovecho para felicitar a mi compañero Asier por aquella iniciativa que tuvo de hacer entrevistas entre Educadores Sociales a través de Instagram. Fue fantástica.
– Y por último, acabaré esta especie de brainstorming Eduso-pandémico haciendo referencia al aspecto político. Como sabéis, este horrible 2020 nos ha dejado también la pérdida de un gran referente intelectual y académico para nuestra profesión, la muerte del italiano Marco Marchioni. El 22 de marzo fallecía el gran teórico de lo comunitario en sus adoradas Islas Canarias. En la intervención que Marchioni realizó en el ya lejano Congreso de Educación Social de Sevilla celebrado en 2016, el italiano insistió mucho en la idea de que las educadoras y educadores sociales debían jugar un papel activo mediante su práctica en el escenario político. Trabajando, precisamente, en pos de lo comunitario, luchando por los más desfavorecidos, peleando contras las grandes imposiciones del sistema, etc… esta pandemia, a mi juicio, ejemplifica bastante bien que esa demanda de Marchioni es obvia; habrá que jugar, desde nuestro rol profesional y personal, en una posición frontal contra los que, aprovechando la coyuntura, quieren atentar contra derechos adquiridos; habrá que pelear, desde la didáctica, para defender los barrios, sus comercios, sus vidas; habrá que trabajar para evitar la difusión de rumores que estigmaticen a personas o colectivos, desde los medios de comunicación o desde las redes sociales; habrá que movilizarse para que las instituciones cumplan con el cometido por el que están ahí… y etcétera.
En fin, amigos, casi un año después, como decía al principio, hubiese preferido regresar a EducaBlog escribiendo de otro asunto, pero, aunque haya sido de esta forma, un tanto deslavazada, en plan vomitona (así lo etiquetaré, mirusté), en modo brainstorming eduso-pandémico (así lo titularé), se puede decir que me veía obligado a tocar este tema, el tema, el desgraciado tema de este 2020.
Ahora, sí me gustaría pediros, queridos lectores, que, bien en los comentarios de aquí o de las redes sociales en las que se comparta este artículo, dejéis vuestras aportaciones respecto a gotas que me he podido dejar en esta lluvia de ideas. Cuídense mucho.
* Las dos imágenes que acompañan al post son vía Paredes que Hablan. La de aquí arriba, la del Felipe Virus, la escuchó nuestro compañero y amigo Jordi Bernabeu.
¡Es un placer volver a leerte Lucce!
En cuanto al reconocimiento y visibilización del colectivo profesional de la Educación Social, me gustaría dejar constancia del Manifiesto del GHEE/CEESPV en la Crisis del COVID-19, que en mi opinión, es muy acertado, da fiel reflejo de muchas cosas de las que indicas en tu post y merece la pena ser leído:
https://www.consejoeducacionsocial.net/manifiesto-del-ghee-ceespv-en-la-crisis-del-covid-19/