Cuando Zain decide denunciar a sus padres, no pude evitar acordarme de aquel artículo de mi querido Tote sobre lo del carné para ser madre o padre. Esta conexión, a la postre, es la que me ha empujado a sentarme hoy aquí a actualizar nuestra filmoteca Eduso con la película Cafarnaúm (Nadim Labaki, 2018).
La demanda que el joven protagonista del film libanés calza a sus progenitores y que se convierte en tesis principal del mismo es por haberle traído al mundo; sí, ni corto ni perezoso, después de acabar él en el trullo con doce años y tras participar en una especie de teléfono de la esperanza televisado, Zain es escuchado por una abogada quien, conmovida, lleva a juicio a los padres del menor.
Y a fe que el crío tiene sus razones para recriminarles por engendrarle: tanto él como sus hermanos viven hacinados en un piso de mala muerte, durmiendo en el suelo, habitáculo en el que «cocinan» sustancias con las que trafican, labor a la que se dedican además de mendigar, sin, obviamente, acudir a la escuela, etcétera.
La gota que colma el vaso para Zain es cuando sus padres acceden a «vender» a su hermana de once años (con quien tiene una estrecha relación) al tipo que les alquila el piso para casarse. El muchacho trata de impedirlo, pero al no conseguirlo, emprende una huída del «hogar» que le lleva a iniciar una especie de road movie que culmina cuando una inmigrante irregular subsahariana le acoge. En realidad, esta mujer le acoge a cambio de que el chaval cuide del bebé de la misma.
A partir de entonces, Zain establece una relación preciosa con el niño pequeño, mostrándose protector y cariñoso, tratando de darle los cuidados que él nunca recibió de sus padres y que estos tampoco recibieron de los suyos. Aún con todo, la situación vuelve a tornarse complicada cuando la madre del bebé desaparece, cuando un traficante de personas intenta arrebatar el bebé a Zain, etc…
En fin, hablamos de una película de algo más de dos horas en las que aparece la desprotección, el abandono, los malos tratos… pero también la resiliencia y el amor fraternal; aparece el drama de la inmigración ilegal, de las injustas leyes y de los desalmados que se aprovechan de estas personas… pero también la solidaridad, la amistad y la empatía. Un compendio, en definitiva, de un montón de emociones y valores que a la mayoría de las y los educadores sociales nos resonarán con especial fruición, tratados de una forma muy bella desde el punto de vista formal, pese a que también ha habido voces que han criticado esta película de Nadim Labaki por, precisamente, unas dolorosas situaciones de una forma casi pornográfica, reservándose además para ella (también participa como actriz) el papel de abogada burguesa y bien posicionada.
Personalmente, aunque puedan enriquecer y fomentar el debate en torno a Cafarnaúm esas críticas, ha sido una película que me gustó mucho, que me resultó interesante como espectador (no sólo como educador social) y que también, ojo, me removió y golpeó en la boca del estómago.
Desde EducaBlog os animo a verla para los y las que no lo habéis hecho y los que sí habéis tenido ocasión os invito a comentar al respecto.
Anotada con gusto. Ese cine social francés, pero arraigado a historias norteafricanas, mola mucho.