Esta semana se han cumplido diez años del anuncio del cese de la lucha armada por parte de la organización terrorista ETA. Un día, el 20 de octubre de 2011, que supuso una mezcla de emociones para los que, como yo y mis compañeros de EducaBlog, vivimos en Euskadi. Entiendo que para todo el mundo, en general, pero, permítanme y supongo que así lo entenderán, aquí se vivió de forma muy especial.
Por un lado, una sensación de alegría como consecuencia de un alivio; alivio por saber que, en principio, se ponía fin a décadas de violencia absurda, se finiquitaba una situación anormal que, desgraciadamente, en determinados momentos, se normalizó, es decir, se vivía algo extraordinario como algo cotidiano. Esas lágrimas de alegría se entremezclaban con lágrimas de tristeza pensando en las muchas vidas cercenadas, en los muchos proyectos destrozados por bombas o tiros en la nuca.
También emergía, al menos en mi caso, la reflexión de que ese anuncio no debía ser agradecido, no debía verse como un acto benévolo y voluntario, sino que era algo que se tenía que hacer, que se tenía que haber hecho mucho antes. Me decía un amigo ayer que es como cuando alguien te debe mucho dinero, esa deuda se va demorando y sí, claro, cuando, finalmente, esa deuda se salda, sientes alivio, pero sabes que era lo suyo.
Quiero creer que tanto entonces como hoy, sentado frente al monitor con el traje de EducaBloguer, pensé en el papel que las Educadoras y Educadores Sociales jugamos y jugaremos en la solución pacífica de este conflicto (concepto que, para muchos, no existió, aunque yo creo que sí)
También pienso que no sé hasta qué punto parte de nuestro colectivo pudo ser connivente con esa macabra realidad que nos rodeaba. Alguna que otra vez (aquí, por ejemplo) he señalado que, efectivamente, la Educación Social es una profesión que, de algún modo, conlleva intrínsecamente una fuerte carga política. Creo que esa connotación pudo alejarnos, en ocasiones, de las víctimas y también pudo hacernos olvidar que las acciones armadas sólo conllevaban sufrimiento, que atentaban contra los derechos humanos fundamentales, esos derechos por los que, en última instancia, trabajamos.
Quiero pensar que nuestra, a priori, formación crítica nos permitía poder observar todo aquello con una mirada… no sé cómo decirlo… un poco más allá de las grandes declaraciones, de las grandes monsergas y las cacareadas letanías. Que nos permitía escuchar a todas las partes implicadas y eso nos podía (o debería haber hecho) hacer ejercer como puentes, sin que ello supusiese justificar acciones injustificables a todas luces. Y todo con el riesgo de que, al hacer de puentes, pudiésemos ser tildados de equidistantes y, por ende, ser acusados de fascistas o de terroristas, según quién nos mirase o nos escuchase desde según qué lado del puente.
Ya digo, no tengo una constatación sólida de qué se hizo y qué efectos pudieron tener esas acciones. Sí tenemos ejemplos o modelos de parte de la sociedad civil que sí peleó, con la palabra, para alcanzar la paz. Y estoy seguro que desconocemos muchos otros ejemplos a nivel individual o desde espacios alejados de los grandes focos. Me queda la duda de si fue suficiente o de si, desgraciadamente, en determinados momentos, un colectivo como el nuestro tuvo una postura tibia contra la violencia. Al fin y al cabo, si fue así, ocurriría como ocurrió con muchos otros habitantes y agentes que compusimos y componemos esta sociedad.
En cualquier caso, mirando a futuro y habida cuenta del sufrimiento acumulado durante tantos años, creo que las Educadoras y Educadores Sociales podemos desempeñar un papel fundamental a la hora de seguir elaborando el tiempo post-ETA: colaborando con instituciones, centros educativos, sociedad civil, clase política y demás en tejer un entramado en el que no olvidemos lo sucedido, en el que facilitar espacios de encuentro entre posiciones antagonistas, etc… en este caso, sí que tengo clara constancia de que hay compañeras y compañeros que están trabajando en esa línea y que contribuirán a que situaciones anormales como las que vivimos durante años y de las que ayer se cumplieron diez años de un importante punto y aparte, no se repitan. Espero y creo que no podemos estar al margen de estos momentos por todo lo que podemos aportar.