Enero de 2020. Estrenamos año. Estrenamos propósitos. Estrenamos Gobierno y también estrenamos odios, rencillas y diferencias al parecer cada vez más irreconciliables.
Corrijo, más bien, desenterramos, odios, diferencias y posturas antagónicas. Parece que nos hemos cansado de la antigua y alabada frase “ni izquierda ni derecha”, y hemos entrado de golpe en la división absoluta entre lo que es de izquierdas y lo que es de derechas. Y como en todo conflicto, cuando el valor es tirarle mierda al de enfrente, nos valemos de lo menos protegido, sin reparar en las consecuencias que esto pueda tener a largo plazo.
Así, una vez más, utilizamos a la infancia como valor de agresión política y llenamos las
propagandas electorales con la destrucción de derechos sociales y educativos. El pin parental ha irrumpido con fuerza represora en el sistema, valiéndose en cambio, de una falsa libertad y preocupación pedagógica que no hace más, que trasladarnos 60 años atrás.
¿Qué buscan? ¿Igual buscan reformar el sistema educativo desde una perspectiva pedagógica clara, que cimente la base educativa española, con la ayuda de un comité de expertos en la materia? O como siempre, solo quieren llamar mucho la atención buscando el voto fácil de un público desconocedor de la realidad educativa. Además como ya he dicho antes, tenemos el contexto social y político ideal para que una pequeña mecha encendida en el Parlamento murciano se propague rápidamente por todo el territorio español, abriendo un debate equivocado.
Por todo esto, un miércoles de Enero, nos encontramos apasionados hilos en Twitter sobre las ventajas o desventajas de instaurar el pin parental. Otra vez volvemos a jugar políticamente con la educación y por ende, con la infancia, recortando y limitando derechos, valores y conocimientos, basándose en un muy mal entendido artículo 27.3 de la Constitución. Dicho artículo expresa la libertad de los
progenitores de poder elegir la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Por lo tanto, Vox afirma que es obligación de los padres del alumnado conocer y autorizar, de forma previa y expresa, la participación de sus hijos e hijas en cualquier tipo de actividad celebrada en el centro escolar. Sobre todo aquellas que tengan una carga moral importante, tales como charlas y talleres específicamente centrados en diversidad afectivo-sexual e igualdad de género. En resumidas cuentas, yo como padre o madre puedo negar la asistencia de mi hijo o hija a una formación porque mi moral no se ajusta a la temática que se va impartir.
Esta última afirmación, que deja ojiplática a toda la comunidad pedagógica española, ha calado
enérgicamente en una parte de la sociedad. Pero no se trata más que de un argumento facilón, desprovisto de lógica y criterio pedagógico, en el que existen varios errores de fondo:
– El primero, tu hijo, además de ser tu hijo, cuando nace lleva consigo una serie de derechos adscritos a diversas declaraciones y leyes, por el hecho de ser menor y ciudadano español. Existen cosas que como padres no podemos hacer aunque queramos porque van en contra de estos derechos, por ejemplo: no puedo poner a mi hijo de 8 años a trabajar en la mina, ya que la Declaración de los derechos de la Infancia en su principio sexto me lo prohíbe: “No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada”.
De igual modo la Constitución en su artículo 27.2 expresa que: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. Siento puntualizar que en el 2020, los derechos del colectivo LGTBIQ+ están más que legitimados, pues el hecho de amar a la persona de tu elección es un derecho individual fundamental que está reconocido en España. Por eso, aunque no te guste, mi deber como educadora es proporcionarle a tu hijo esa formación.
– Además tu hijo, al entrar en edad escolar debe por ley, estar inscrito en un centro educativo, de carácter público, privado o concertado. Todos estos centros están regidos actualmente por la La Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Dicha ley recoge una serie de elementos transversales, esto quiere decir que hay valores que tienen que estar presentes en todas las asignaturas y en todos los momentos de convivencia en el centro educativo.
Uno de ellos es el bloque de educación cívica y constitucional. Esto quiere decir que cuando Juanito llame a Jorgito “puto marica”, el profesor debe parar la clase de Inglés y explicar que las orientaciones sexuales de las personas son distintas y tolerables, además de que no puede utilizar la orientación sexual como insulto, porque esta sociedad es plural y tenemos que tener actitudes cívicas de convivencia. No sé si Vox tiene preparado otro Pin parental para estas situaciones.
A su vez, la ley recoge que “uno de los principios en los que se inspira el Sistema Educativo Español es la transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación”. Aquí se enmarcan los talleres, charlas y actividades cuya finalidad es formar a los alumnos en todos estos valores. Por lo tanto, el pin parental es tan ilegal como absurdo; imaginemos que Lucia de 3º de la ESO no acude al taller de alimentación y hábitos saludables porque sus padres han decidido que ellos siguen una
dieta basada en comida rápida e hipercalórica y que moralmente quieren traspasar ese valor a su hija ¿absurdo verdad? pero también altamente irresponsable en su función parental.
– Por último, pero no menos importante, el pin parental ostenta otro fallo de base. Si como institución educativa accedo a no formar en valores a tu hijo, ¿Cómo puedo garantizar una actitud de igualdad, tolerancia y respeto en las aulas si no puedo formarte para ello?. ¿Tengo que desproteger a parte del alumnado para seguir tu criterio moral? ¿Tiene tu hijo que perder una formación por el simple hecho de ser tu hijo? ¿Entonces el hijo de un terraplanista tampoco debe acudir a la clase de Ciencias
Naturales?
Como conclusión, creo que somos muchos los integrantes de la comunidad educativa que opina que es totalmente irresponsable, que los centros escolares estén supeditados a cualquier forma de coacción de los valores en los que tienen la responsabilidad de formar al alumnado, sin olvidar que esta práctica implica una pérdida de autoridad como educadores, poniendo en duda nuestra capacidad profesional y añadiendo un elemento de opresión externo sin legitimidad, que no ayuda a favorecer la formación de todo el alumnado.
Como pasa con los adultos en España, con el pin parental sumamos otro elemento instigador al odio, que ayuda a formar dos grupos: los generadores de intolerancia y los recibidores de la intolerancia.
Sara del Rio
Me parece muy acertado tu artículo, partiendo de crisparse porque sí, al intento de adoctrinamiento y «abanderar» la imposibilidad de ser/pensar diferente a lo tradicional basándose en la nada absoluta. Van con retraso generacional y tienen que ponerse al día desde 1978. Quizás deban ir a la escuela de nuevo
es siempre lo mismo, pero pintado de otros colores: para los de siempre las personas somos maquinaria que consumimos lo que producimos, y cuando ya no les salimos todo lo rentables que ellos quieren, debemos autodestruirnos para no molestar
desde mediados de los 90, y cada vez peor, se dedican a hacer desaparecer las diversiones que teníamos (ya hace muchísimo que no queda nada), para que solo quede asequible a la gente el alcohol-drogas-sexo, y la gente, desde adolescente, se empezaba a degradar, empezando siempre por el alcohol (ya que todo lo demas, o ya no habia, o era demasiado caro), y a la de meses o pocos años, derivaban a cosas peores, los degradaban desde adolescentes
pero ahora ya quieren empezar a degradarles, si pueden, DESDE NIÑOS, esto ya es la ostia, ya no les van a dejar ni siquiera crecer…..